dasein
principio enarbolado por heidegger para definir la condicion humana en una perspectiva espacio-temporal
domingo, 12 de septiembre de 2021
domingo, 14 de mayo de 2017
Dasein.
Al final caemos en cuenta que vamos solos con nosotros; y los amores filiales, al prójimo, los espirituales o los carnales –acaso todos unidos, como suena ideal en la orgía que es la mente– son un estado humano por intentar suplir los que nos falta: lo que se ahoga en nuestras soledades desde el nacer hasta el fallecer. Y el dolor, ese dolor que conlleva la soledad, la soledad del náufrago, la del preso en su mazmorra, la del Santo desoído en su presente y apostolizado en su futuro, la del hombre y la mujer comunes de hoy –también los no tan comunes que nos ven desde su altura cual si fuéramos hormigas aplastables o colgables; todo ese dolor, nos hace maníacos de un martirologio acaso ancestral e instituido por la cultura de occidente para hacernos gozar con lo que nos duele.
El martirio posee muchas facetas, las más nos hablan de un futuro alcanzable gracias a ciertos sacrificios, soñando un espacio y un tiempo que nunca llegan. Pero cuando el martirio se retuerce se torna en la isla humana –que todos las somos como sacos andantes con algo de ánima– del modo más agónico e intempestivo, más extrañador de relaciones y enajenante; hasta sentir como nihilus phenomenum la soledad.
Mucha filosofía, mucha poética, mucha emotividad sonora y visual, mucha hipótesis científica o mística –… muchas corrientes– se debaten entre el sentido de la relación y su antonimia. Y ahí han estado, solapados entre tenebrismos barrocos, colapsados bajo romanticismos, escapismos al Oriente, búsquedas interiores, hálitos existenciales, bofetazos dadaístas; hasta el punto de escuchar a Dios inexplicablemente o penetrar en las paradojas que –vuelvo a recordarlo– retóricamente conlleva la no explicación.
Así hay un nexo oculto entre el vivir, el ser en esencia, y lo inexplicable, el reino del misterio. Y aunque no es impenetrable lo que pueda causar ese miedo a la existencia –que día a día nos acerca a la muerte– algunos la celebran, otros la tropologizan, por algún lar la burlan y hay quienes hasta la apologizan con su entropía inherente.
Mas no gusta Cayetano Ferrández del discurso excesivo. Lo asevera, y es como si viviese entre Laconia y una isla ficcional llamada Esceptus. Al parecer descree, como si no se hallara en su "momento". Luego de toda la modernidad, de donde le viene mucho a él, fue agonizando esa vocación por el progreso que instauraba al ser humano dentro de un entramado social. Luego de esa modernidad vino el individuo a ser la cariátide levitante, el sostén de algo que ignora en el día a día de lo pedestre, con sus hilos cada vez más a flor de piel y parte del arte, la que mas me llama, pasó a la resistencia cultural. Pasó a remover otras cuestiones en relación con el poder y el Poder. Y gradualmente ha llegado otro estadío, donde la disensión ya no es por revoluciones si no por pequeñas dosis; pero existe disintiendo de la realidad, más allá de lo estético, hacia el espacio que es el de la vida.
Por eso le discrepo pues es su tiempo. Este es tiempo de mover cosas hasta llevar a su estertor la consabida corriente; que poco a poco se logra horadar una montaña. Y es su época de disensión contra una estética importada en su terreno. Se que a Tano, como a otros que se debaten en su seriedad creativa, le inquieta la cosmetización del campo del arte donde se mueve, le exaspera la suplantación que hacen los mercados del valor cultural y simbólico de una lógica cultural por los paquetes tan bien diseñados desde los cincuenta por el mainstream norteamericano –ese removedor financiero del gran trago del que se quiso exorcizar Foucault. De ese nodo que trasquiló la naturaleza espiritual del arte para descarnarla hasta un valor de cambio es que beben muchas instituciones hoy en día. Y de ellos varios artistas aupados por ser correctamente políticos en sus momentos oportunos.
Y que Tano se salve, porque el arte que le llama es el que le viene de España, antesala depauperada en otros campos respecto a Europa; pero rica en acercamientos a la vida y a la muerte, al cobijamiento y al desamparo humanos.
La iberización de esta zona creó una nueva "tierra santa" que cocinó tanto como carbonizó, ensalzó tanto como incineró al ser cristiano que, aunque incrédulo hoy, habita estos lugares. Y de ahí un Beato de Liébana –a punto medio de la expulsión musulmana, un Espanoletto nacido tras el renacer, un mesurado y moralizante Zurbarán, un humanista como Velázquez –que el hombre fue su centro hasta llegar a la aureola santa. O un ensordecido Francisco que hizo honor a su Luciente apellido y bajó del cielo al infierno para escudriñar también al hombre. Con él andaba la muerte, por ende un tipo de soledad, sin tanto miedo como hoy se le tiene aunque paradójicamente se precie tan poco la vida.
Como con medio cubismo y otro tanto de surrealismo estaba la desvivificación y la revivificación. En el uno porque puso en crisis el estado real de las cosas en el espacio, y la percepción de la vida cambió en el arte. En el otro porque volvió a abrir una puerta entornada –como decía el Marcel del Gran Vidrio– en la oscuridad inquisitorial, que nos recordó ese otro mundo donde habitamos en las máximas soledades: el de los sueños y las pesadillas –y volvemos a Goya.
He querido, acaso no logrado, pesquisar su fotografía[i]. Y más allá de la experiencia técnica, a donde acude mucha crítica que prefiero decantar por su formalismo exacerbado, me intereso por sumergirme en la lugubrez y la soledad que expresan sus ambientes. Tano es un constructor de sets con intereses conceptuales. Aunque los vele mediante una representación bastante minimalista. Celebra ese tenebrismo que hablaba hace siglos de lo incompleto, lo imperfecto del hombre: ser fatuo que en su vanidad ha creído poderlo todo y por eso tanto ha caído. Evoca el eje de la muerte, que es también el eje de la vida, como esa perspectiva que nos anuncia al género humano en tanto un espécimen que en todo lo que hace se acerca al fin y por ese miedo trata de dejar un halo de sí con la creación de algo perdurable.
En esa dirección la obra de Tano resulta escatológica, anuncia lo postrero. Y el ahogo o la amargura se hacen soplos poéticos. Sus sets parecen presuntas capturas de sucesos, performances como mudos que nos remiten al dilema entre Zeus y Prometeo, entre Dios y su hijo, al trauma de Asmodeo o del vástago de Geppetto. Donde yacen siempre la ilusión y por ello la expiación.
Sería una gran punto suspensivo, o un largo etcétera, para ensayar lo que está ensayado por mejores vecinos al proceso de esta cultura del martirologio. Mas sí dejo preciso que Cayetano absorbe de la miel y de la hiel de su cultura –aquí sólo vista una parte de la visual. Y notar que el dilema de lo humano, de su condición malrauxiana, nos hace miembros de un club donde aprendemos el canto del cisne para cualificarnos por flujos y reflujos desde el primer latir hasta la última interrupción de un modo particular –pues todas las culturas acuden a ello– e indicar una extraña belleza existente en el dolor, en el embrujamiento o la hechicería del ambiente humano –y Tano sabe de ambientes en su fotografía[ii]. En la soledad de fondo que te hunde si no puedes con ella o te lleva a levitar si en ella encuentras tu regazo.
Elche–Altea, febrero-marzo de 2005.
frency fernández.
Master en Historia del Arte.
Profesor universitario, crítico
y comisario de artes visuales.
* Principio enarbolado por Heidegger para definir la condición humana en una perspectiva espacio-temporal.
[i] Cayetano también desarrolla una parte de su obra en soporte de vídeo. Mas por la perfectibilidad de esta parte de su producción, muy en deuda con sus logros en el terreno de la fotografía, todavía no me atrevo a penetrarle.
[ii] Entre las conquistas de la fotografía en la resolución de ambientes, a la vez uno de los terrenos más experimentales en el arte contemporáneo, no podemos olvidar una genealogía que parte desde Man Ray –y se nutre en algo de los environments de Allan Kaprow– hasta Cindy Sherman, Barbara Krugger, Robert Mapplethorpe, Yasumasa Morimura, Andrés Serrano y mucho del conceptualismo y del “realismo” fotográficos desde los noventa hasta la actualidad.
miércoles, 10 de junio de 2009
DASEIN (frances)
* Principe débattu par Heidegger pour définir la condition humaine dans une perspective espace-temporaire
Il est temps de comprendre qu’en somme nous marchons seuls avec nous-mêmes; et que les amours filiaux, ceux du prochain, les spirituels ou les charnels – peut-être tous unis représentent l’idéal de l’orgie de ce qui est l’esprit- sont un état humain cherchant à compléter ce qui nous manque ; ce qui se noie dans nos solitudes de la naissance à la mort. Et la douleur, cette douleur de la solitude, la solitude du naufragé, celle du prisonnier dans son oubliette, celle du Saint désentendu dans son présent et apostolicité dans son futur, celle de l’homme et de la femme communs d’aujourd’hui –mais aussi des non tant communs qui nous voient de leur hauteur comme si nous étions des fourmis destinées à être écrasées ou pendues ; toute cette douleur nous rend maniaques d’un martyrologue peut-être ancestral et institué par la culture occidentale pour pouvoir jouir de ce qui nous fait mal.
Le martyre a plusieurs facettes, la plus grande partie nous parlent d’un avenir atteignable grâce à certains sacrifices, rêvant un espace et un temps qui n’arrivent jamais. Mais quand le martyre se retord, il se transforme dans l’île humaine –que nous sommes tous, comme des sacs déambulants avec un peu d’anima- du mode le plus agonique et intempestif, plus étrange des relations et aliénant ; jusqu’à sentir comme nihilus phenomenum la solitude.
Beaucoup de philosophie, beaucoup de poétique, beaucoup d’émotivité sonore et visuelle, beaucoup d’hypothèse scientifique ou mystique -... beaucoup de courants- engagent un débat entre le sens de la relation et son antonymie. Et voilà où se sont chevauchés entre les ténébrismes baroques, collapsés sous les romanticismes, les évasions en Orient, les recherches intérieures, les souffles existentiels, les baffes dadaïstes ; jusqu’au point d’écouter Dieu d’une manière inexplicable ou de pénétrer dans les paradoxes lesquels –je le rappelle de nouveau- d’une manière rhétorique comportent la non explication.
Il y a donc un lien occulte entre vivre, être en essence et l’inexplicable, le royaume du mystère. Et bien que la cause de cette peur envers l’existence – qui jour après jour nous rapproche de la mort- ne soit pas impénétrable, certains la célèbrent, d’autres la tropologisent, certains foyers s’en moquent et il y en a même qui l’apologisent avec son entropie inhérente.
Mais le discours excessif ne plaît pas à Cayetano Ferrández. Il l’affirme et c’est comme s’il vivait entre La Laconie et une île fictionnelle appelée Esceptus. Il semble perdre la foi comme s’il ne se trouvait pas dans son « moment ». Après toute la modernité, dont il est encore beaucoup imprégné, il a agonisé cette vocation par le progrès qui instaurait l’être humain dans un treillis social. Après cette modernité l’individu est devenu la cariatide lévitante, le soutien de quelque chose qu’il ignore dans le jour à jour du pédestre, avec ses fils de plus en plus à fleur de peau et une partie de l’art, celle qui m’attire le plus, passait à la résistance culturelle. Elle passait à remettre en question le pouvoir et le Pouvoir. Et peu à peu, il arrivait à un autre état où la dissension ne vient plus par révolutions sinon par petites doses ; mais il existe reniant la réalité, au-delà de l’esthétique, vers l’espace qui est celui de la vie.
Voilà pourquoi je ne partage pas son idée car c’est son temps. Il est temps de faire bouger les choses pour que le courant bien connu arrive à sa fin ; pouvant peu à peu percer une montagne. Et c’est son époque de dissension contre une esthétique importée sur son terrain. Je sais que Tano, comme bien d’autres se débattant dans leur sérieux créatif, s’inquiète de la cosmétisation du domaine de l’art dans lequel il agit, il est exaspéré par la supplantation que les marchés font de la valeur culturelle et symbolique d’une logique culturelle par les paquets si bien conçus depuis les années cinquante par le mainstream américain –ce retourneur financier du grand drame dont Foucault a voulu s’exorciser. Et au jour d’aujourd’hui de nombreuses institutions boivent de ce nœud qui écornait la nature spirituelle de l’art pour la desquamer jusqu’à une valeur de change, portant aux nues plusieurs artistes politiquement corrects aux moments opportuns.
Et que Tano s’en sauve parce que l’art qui l’appelle est celui qui vient de l’Espagne, l’antichambre appauvrie dans d’autres domaines par rapport à l’Europe ; mais riche en ce qui concerne l’approche de la vie et de la mort, du refuge et du désarroi humains.
L’ibérisation de cette zone a créé une nouvelle “terre sainte”, défrichant mais aussi carbonisant, louant mais aussi incinérant l’être chrétien qui, quoique toujours incrédule encore aujourd’hui, habite ces lieux. Et voilà donc un Béat de Liébana – touchant presque l’expulsion musulmane, un Esapnoletto, né après renaître, un Zurbaran mesureur et moralisant, un humaniste comme Velazquez –pour lequel l’homme fut le centre jusqu’à arriver à l’auréole sainte. Ou bien un Francisco assourdi qui fit honneur à son Brillant nom et descendit des cieux à l’enfer pour examiner aussi l’homme dans son plus petit détail. La mort marchait à ses côtés, par conséquent un genre de solitude, sans la peur qu’on en a aujourd’hui bien que, paradoxalement, la vie soit tant appréciée.
Une part de cubisme et une autre de surréalisme en conformaient la dévivification et la revivification. L’un pour mettre en crise l’état réel des choses dans l’espace et pour changer la perception de la vie dans l’art. L’autre pour ouvrir de nouveau une porte entrouverte –comme disait le Marcel du Grand Verre- dans l’obscurité inquisitoire qui nous rappelait cet autre monde que nous habitons dans nos solitudes maximales : celui des rêves et des cauchemars- et nous revenons à Goya.
J’ai voulu, mais peut-être ne suis-je pas arrivé, perquisitionner . Et au-delà de l’expérience technique, dont la critique a recours en général mais dont je préfère me séparer du fait de son formalisme exacerbé, il m’a intéressé pour m’avoir fait submergé dans la lugubrité et la solitude exprimées dans ses ambiances. Tano est un constructeur de sets aux intérêts conceptuels. Bien qu’il les voile à travers une représentation surtout minimaliste. Il célèbre ce ténébrisme qui parlait il y a des siècles de l’homme incomplet, imparfait : être présomptueux dont la vanité lui a fait croire tout pouvoir ce qui fut la raison de sa chute. Il évoque l’axe de la mort qui est aussi l’axe de la vie, comme cette perspective qui nous annonce, au genre humain en tant que spécimen, que toute réalisation le rapproche de la fin et c’est cette peur qu’il l’amène à laisser un halo de lui-même avec la création de quelque chose de perdurable.
Dans ce sens, l’oeuvre de Tano résulte scatologique, annonce la fin. Et l’oppression ou l’amertume se transforment en souffles poétiques. Ses sets semblent des captures présumées d’événements, des performances comme des nœuds qui nous renvoient au dilemme entre Zeus et Prométhée, entre Dieu et son fils, au trauma d’Asmodée ou du rejeton de Geppetto. Là où gisent toujours l’illusion et donc l’expiation.
Ce serait un grand point de suspension, ou un long etcetera, pour faire l’essai de ce qui a déjà été essayé par de meilleurs proches au processus de cette culture du martyrologue. De plus si je précise que Cayetano absorbe le miel et le fiel de sa culture –ici il ne vêt qu’une partie du visuel. Et prendre note que le dilemme de l’humain, de sa condibattement jusqu’à la dernière interruption d’un mode particulier – point visé par toutes les cultures –et indiquer une rare beauté existante dans la douleur, dans l’envoûtement ou la sorcellerie de l’ambiance humaine – et Tano s’y connaît en ambiances dans sa photographie . Dans la solitude de fonds qui vous enfonce s’il n’est pas possible de l’accompagner ou qui vous amène à léviter si vous y trouvez votre giron.
Elche–Altea, février-mars 2005.
frency fernández.
Master en Histoire de l’Art. Professeur universitaire, critique Et commissaire des arts visuels
Cayetano a aussi développé une partie de son oeuvre sur support de vidéo. Mais du fait de la condition parfaite de cette partie de sa production, très en dette avec ses réussites dans le terrain de la photographie, je n’ose toujours pas y pénétrer.
Entre les conquêtes de la photographie dans la résolution des ambiances, en même temps l’un des terrains les plus expérimentaux dans l’art contemporain, nous ne pouvons pas oublier une généalogie qui part de Man Ray –et se nourrit en quelque sorte des environments de Allan Kaprow– jusqu’à Cindy Sherman, Barbara Krugger, Robert Mapplethorpe, Yasumasa Morimura, Andrés Serrano et surtout du conceptualisme et du « réalisme » photographiques des années quatre-vingt-dix à nos jours.
Il est temps de comprendre qu’en somme nous marchons seuls avec nous-mêmes; et que les amours filiaux, ceux du prochain, les spirituels ou les charnels – peut-être tous unis représentent l’idéal de l’orgie de ce qui est l’esprit- sont un état humain cherchant à compléter ce qui nous manque ; ce qui se noie dans nos solitudes de la naissance à la mort. Et la douleur, cette douleur de la solitude, la solitude du naufragé, celle du prisonnier dans son oubliette, celle du Saint désentendu dans son présent et apostolicité dans son futur, celle de l’homme et de la femme communs d’aujourd’hui –mais aussi des non tant communs qui nous voient de leur hauteur comme si nous étions des fourmis destinées à être écrasées ou pendues ; toute cette douleur nous rend maniaques d’un martyrologue peut-être ancestral et institué par la culture occidentale pour pouvoir jouir de ce qui nous fait mal.
Le martyre a plusieurs facettes, la plus grande partie nous parlent d’un avenir atteignable grâce à certains sacrifices, rêvant un espace et un temps qui n’arrivent jamais. Mais quand le martyre se retord, il se transforme dans l’île humaine –que nous sommes tous, comme des sacs déambulants avec un peu d’anima- du mode le plus agonique et intempestif, plus étrange des relations et aliénant ; jusqu’à sentir comme nihilus phenomenum la solitude.
Beaucoup de philosophie, beaucoup de poétique, beaucoup d’émotivité sonore et visuelle, beaucoup d’hypothèse scientifique ou mystique -... beaucoup de courants- engagent un débat entre le sens de la relation et son antonymie. Et voilà où se sont chevauchés entre les ténébrismes baroques, collapsés sous les romanticismes, les évasions en Orient, les recherches intérieures, les souffles existentiels, les baffes dadaïstes ; jusqu’au point d’écouter Dieu d’une manière inexplicable ou de pénétrer dans les paradoxes lesquels –je le rappelle de nouveau- d’une manière rhétorique comportent la non explication.
Il y a donc un lien occulte entre vivre, être en essence et l’inexplicable, le royaume du mystère. Et bien que la cause de cette peur envers l’existence – qui jour après jour nous rapproche de la mort- ne soit pas impénétrable, certains la célèbrent, d’autres la tropologisent, certains foyers s’en moquent et il y en a même qui l’apologisent avec son entropie inhérente.
Mais le discours excessif ne plaît pas à Cayetano Ferrández. Il l’affirme et c’est comme s’il vivait entre La Laconie et une île fictionnelle appelée Esceptus. Il semble perdre la foi comme s’il ne se trouvait pas dans son « moment ». Après toute la modernité, dont il est encore beaucoup imprégné, il a agonisé cette vocation par le progrès qui instaurait l’être humain dans un treillis social. Après cette modernité l’individu est devenu la cariatide lévitante, le soutien de quelque chose qu’il ignore dans le jour à jour du pédestre, avec ses fils de plus en plus à fleur de peau et une partie de l’art, celle qui m’attire le plus, passait à la résistance culturelle. Elle passait à remettre en question le pouvoir et le Pouvoir. Et peu à peu, il arrivait à un autre état où la dissension ne vient plus par révolutions sinon par petites doses ; mais il existe reniant la réalité, au-delà de l’esthétique, vers l’espace qui est celui de la vie.
Voilà pourquoi je ne partage pas son idée car c’est son temps. Il est temps de faire bouger les choses pour que le courant bien connu arrive à sa fin ; pouvant peu à peu percer une montagne. Et c’est son époque de dissension contre une esthétique importée sur son terrain. Je sais que Tano, comme bien d’autres se débattant dans leur sérieux créatif, s’inquiète de la cosmétisation du domaine de l’art dans lequel il agit, il est exaspéré par la supplantation que les marchés font de la valeur culturelle et symbolique d’une logique culturelle par les paquets si bien conçus depuis les années cinquante par le mainstream américain –ce retourneur financier du grand drame dont Foucault a voulu s’exorciser. Et au jour d’aujourd’hui de nombreuses institutions boivent de ce nœud qui écornait la nature spirituelle de l’art pour la desquamer jusqu’à une valeur de change, portant aux nues plusieurs artistes politiquement corrects aux moments opportuns.
Et que Tano s’en sauve parce que l’art qui l’appelle est celui qui vient de l’Espagne, l’antichambre appauvrie dans d’autres domaines par rapport à l’Europe ; mais riche en ce qui concerne l’approche de la vie et de la mort, du refuge et du désarroi humains.
L’ibérisation de cette zone a créé une nouvelle “terre sainte”, défrichant mais aussi carbonisant, louant mais aussi incinérant l’être chrétien qui, quoique toujours incrédule encore aujourd’hui, habite ces lieux. Et voilà donc un Béat de Liébana – touchant presque l’expulsion musulmane, un Esapnoletto, né après renaître, un Zurbaran mesureur et moralisant, un humaniste comme Velazquez –pour lequel l’homme fut le centre jusqu’à arriver à l’auréole sainte. Ou bien un Francisco assourdi qui fit honneur à son Brillant nom et descendit des cieux à l’enfer pour examiner aussi l’homme dans son plus petit détail. La mort marchait à ses côtés, par conséquent un genre de solitude, sans la peur qu’on en a aujourd’hui bien que, paradoxalement, la vie soit tant appréciée.
Une part de cubisme et une autre de surréalisme en conformaient la dévivification et la revivification. L’un pour mettre en crise l’état réel des choses dans l’espace et pour changer la perception de la vie dans l’art. L’autre pour ouvrir de nouveau une porte entrouverte –comme disait le Marcel du Grand Verre- dans l’obscurité inquisitoire qui nous rappelait cet autre monde que nous habitons dans nos solitudes maximales : celui des rêves et des cauchemars- et nous revenons à Goya.
J’ai voulu, mais peut-être ne suis-je pas arrivé, perquisitionner . Et au-delà de l’expérience technique, dont la critique a recours en général mais dont je préfère me séparer du fait de son formalisme exacerbé, il m’a intéressé pour m’avoir fait submergé dans la lugubrité et la solitude exprimées dans ses ambiances. Tano est un constructeur de sets aux intérêts conceptuels. Bien qu’il les voile à travers une représentation surtout minimaliste. Il célèbre ce ténébrisme qui parlait il y a des siècles de l’homme incomplet, imparfait : être présomptueux dont la vanité lui a fait croire tout pouvoir ce qui fut la raison de sa chute. Il évoque l’axe de la mort qui est aussi l’axe de la vie, comme cette perspective qui nous annonce, au genre humain en tant que spécimen, que toute réalisation le rapproche de la fin et c’est cette peur qu’il l’amène à laisser un halo de lui-même avec la création de quelque chose de perdurable.
Dans ce sens, l’oeuvre de Tano résulte scatologique, annonce la fin. Et l’oppression ou l’amertume se transforment en souffles poétiques. Ses sets semblent des captures présumées d’événements, des performances comme des nœuds qui nous renvoient au dilemme entre Zeus et Prométhée, entre Dieu et son fils, au trauma d’Asmodée ou du rejeton de Geppetto. Là où gisent toujours l’illusion et donc l’expiation.
Ce serait un grand point de suspension, ou un long etcetera, pour faire l’essai de ce qui a déjà été essayé par de meilleurs proches au processus de cette culture du martyrologue. De plus si je précise que Cayetano absorbe le miel et le fiel de sa culture –ici il ne vêt qu’une partie du visuel. Et prendre note que le dilemme de l’humain, de sa condibattement jusqu’à la dernière interruption d’un mode particulier – point visé par toutes les cultures –et indiquer une rare beauté existante dans la douleur, dans l’envoûtement ou la sorcellerie de l’ambiance humaine – et Tano s’y connaît en ambiances dans sa photographie . Dans la solitude de fonds qui vous enfonce s’il n’est pas possible de l’accompagner ou qui vous amène à léviter si vous y trouvez votre giron.
Elche–Altea, février-mars 2005.
frency fernández.
Master en Histoire de l’Art. Professeur universitaire, critique Et commissaire des arts visuels
Cayetano a aussi développé une partie de son oeuvre sur support de vidéo. Mais du fait de la condition parfaite de cette partie de sa production, très en dette avec ses réussites dans le terrain de la photographie, je n’ose toujours pas y pénétrer.
Entre les conquêtes de la photographie dans la résolution des ambiances, en même temps l’un des terrains les plus expérimentaux dans l’art contemporain, nous ne pouvons pas oublier une généalogie qui part de Man Ray –et se nourrit en quelque sorte des environments de Allan Kaprow– jusqu’à Cindy Sherman, Barbara Krugger, Robert Mapplethorpe, Yasumasa Morimura, Andrés Serrano et surtout du conceptualisme et du « réalisme » photographiques des années quatre-vingt-dix à nos jours.
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Foucault,
Heidegger,
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Le martyre,
mystère,
mystique,
photographie,
poétique,
spirituelle,
symbolique,
ténébrisme
DASEIN (Ingles)
* A principle upheld by Heidegger to define the human condition from a space-time perspective.
In the end we suddenly realise that we are alone with ourselves; and our filial affections, the love of our fellow man, our spiritual and carnal desires –perhaps all together, as the orgy that is the mind would find ideal– make up a human state of being that attempts to replace what is missing: what is suffocated in our solitude from the cradle to the grave. And the pain, that pain that comes with solitude, the solitude of the castaway, of the prisoner in the dungeon, of the Saint -disregarded in his present and canonised in his future-, of the common man and woman of today –also of the not so common, who view us from above as if we were ants that could be crushed or hung; all this pain turns us into maniacs for a martyrology that is perhaps ancestral and established in western culture to allow us to take pleasure from what gives us pain.
Martyrdom has many facets, most speak to us of a future attainable through certain sacrifices, a dream of a place and time that will never come. But when martyrdom becomes twisted it twists into the human island –we are like walking sacks with a little soul– in the most deathlike and untimely manner, leaving us homesick and alienated until we feel solitude as a nihilus phenomenum.
Philosophy, poetry, sonorous and visual emotiveness, scientific or mystical hypotheses–… many lines of thought– much of these stage the debate between the meaning of the relationship and its antonymy. And there they have been, hidden surreptitiously between baroque tenebrism, collapsed beneath romanticisms, Oriental escapism, inner searching, existential breaths, Dadaist slaps in the face; until the point of inexplicably listening to God or entering into the paradoxes that–I’ll recall it once more– rhetorically carry an absence of explanation.
Thus there is an occult nexus between life, the essence of being, and the inexplicable, the land of mystery. And although the cause of this fear of existence is not impenetrable –which brings us day after day closer to death– it is celebrated by some, in some places it is mocked and there are even apologists with its inherent entropy.
Further into excessive discourse Cayetano Ferrández does not like to go. He asserts this, and it is as if he were between Laconia and a fictional island called Esceptus. He appears sceptical, as if he were outside his own time. After all the modernity, from where much of comes, he agonised over this vocation for the progress that established the human being within a social structure. After this modernity came the individual to be the levitated caryatid, the support for something ignored in the day to day of the prosaic, with its threads more and more present in and part of art, that’s what strikes me most, he turned to cultural resistance. He stirred up other questions around power and Power. And gradually another state has arrived, where descent is now not revolutionary but comes in small doses; although it exists in disagreement with reality, further away than the aesthetic, towards the space which is that of life.
For this reason he disagrees, this is his time. This is the time to move things until we take the habitual train of thought to its death throes; little by little we can bore through the mountain. And it is his moment of dissent against an aesthetic imported into his land. I know that Tano, along with many others struggling with their creative integrity, is made uncomfortable by the increasingly cosmetic art world he moves in, he is exasperated by the way the market for cultural and symbolic value replaces cultural logic with those packets, so well designed by mainstream America since the 1950s –this huge financial mover from which Foucault wanted to exorcise himself. From this node, that chops up the spiritual nature of art to reduce it to a currency, drink many of today’s institutions. And from them the artists in favour for being politically correct at the right time.
And Tano escapes, because the art that calls him is that of Spain, impoverished in other fields with respect to Europe; but rich in observations on life and death, on shelter and on human neglect.
The Iberiazation of this area created a new holy land that cooked as well as carbonised, praised as well as incinerated the Christian that, although incredulous today, inhabits these places. And from there a Beato de Liébana –midway through the expulsion of the Muslims, an Espanoletto born after the rebirth, a restrained and moralistic Zurbarán, a humanist like Velázquez –with man as its centre until it arrived at the holy areola. Or a deafened Francisco who honoured his Luciente surname and went down from heaven to hell to scrutinize the man as well. With him went death, therefore a type of solitude, with less fear than we have today although paradoxically life is so little respected.
As with half of cubism and surrealism there was devotion and revival. The former because it challenged the real state of things in space, and the perception of life changed in art. The other because it reopened an almost closed door –as Marcel del Gran Vidrio said– in the inquisitorial darkness, that reminded us of that other world where we go fully alone: that of dreams and nightmares –and we return to Goya.
I have wanted, perhaps unsuccessfully, to dissect his photography . To go further than the technical of much criticism, which I prefer to leave because of its exacerbated formality, I’m interested in submerging myself in the lugubriousness and the solitude of his creations. Tano is a set maker with conceptual interests, although he makes them through a relatively minimalist representation. He celebrates that tenebrism that centuries ago spoke of the incompleteness, the imperfection of man: being fatuous that in his vanity he believes himself capable of anything and for that he has fallen so far. It evokes the core of death, which is also the core of life, like that perspective that announces to us all what it does towards the end and because of this fear it tries to place a halo over itself with the creation of something durable.
In this direction the work of Tano is scatological, it announces the end. And the breathlessness or the bitterness become poetic wafts. His sets are like allegedly captured events, mute performances that take us to the dilemma between Zeus and Prometeo, between God and his son, to the trauma of Asmodeo or of the descendent of Geppetto. Where hope always lies and with it expiation.
It would be a long series of ……….., or a long etcetera, to rehearse what has been rehearsed by better neighbours of the process of this culture of martyrology. More if I leave exactly what Cayetano absorbs of the honey and bile of his culture –here with only a part of the visual seen. And note that the human dilemma, of his malrauxiana condition, make us members of a club in which we learn the chant of the swan to grade us by flows and reflows from the first throb to the final interruption of a private mode –all cultures turn to it– and indicate a strange beauty existing in pain, in bewitching or the sorcery of the human sphere –and Tano knows of spheres in his photography . In the background solitude that buries you if you cannot cope with it or levitates you if you find your support in it.
Elche–Altea, February-March 2005.
frency fernández.
Master in History of Art.
University Professor, critic
and visual arts commissioner.
Cayetano also devotes a part of his work to video. More because of the perfect nature of this part of his production, in debt to his achievements in the field of photography, I still have not ventured to enter it.
Among the conquests of photography in the resolution of atmospheres, also one of the most common fields in contemporary art, we cannot forget a genealogy that began with Man Ray –and is nurtured in some of the environments of Allan Kaprow– and in Cindy Sherman, Barbara Krugger, Robert Mapplethorpe, Yasumasa Morimura, Andrés Serrano and much of the photographic conceptualism and the “realism” from the nineties until today.
In the end we suddenly realise that we are alone with ourselves; and our filial affections, the love of our fellow man, our spiritual and carnal desires –perhaps all together, as the orgy that is the mind would find ideal– make up a human state of being that attempts to replace what is missing: what is suffocated in our solitude from the cradle to the grave. And the pain, that pain that comes with solitude, the solitude of the castaway, of the prisoner in the dungeon, of the Saint -disregarded in his present and canonised in his future-, of the common man and woman of today –also of the not so common, who view us from above as if we were ants that could be crushed or hung; all this pain turns us into maniacs for a martyrology that is perhaps ancestral and established in western culture to allow us to take pleasure from what gives us pain.
Martyrdom has many facets, most speak to us of a future attainable through certain sacrifices, a dream of a place and time that will never come. But when martyrdom becomes twisted it twists into the human island –we are like walking sacks with a little soul– in the most deathlike and untimely manner, leaving us homesick and alienated until we feel solitude as a nihilus phenomenum.
Philosophy, poetry, sonorous and visual emotiveness, scientific or mystical hypotheses–… many lines of thought– much of these stage the debate between the meaning of the relationship and its antonymy. And there they have been, hidden surreptitiously between baroque tenebrism, collapsed beneath romanticisms, Oriental escapism, inner searching, existential breaths, Dadaist slaps in the face; until the point of inexplicably listening to God or entering into the paradoxes that–I’ll recall it once more– rhetorically carry an absence of explanation.
Thus there is an occult nexus between life, the essence of being, and the inexplicable, the land of mystery. And although the cause of this fear of existence is not impenetrable –which brings us day after day closer to death– it is celebrated by some, in some places it is mocked and there are even apologists with its inherent entropy.
Further into excessive discourse Cayetano Ferrández does not like to go. He asserts this, and it is as if he were between Laconia and a fictional island called Esceptus. He appears sceptical, as if he were outside his own time. After all the modernity, from where much of comes, he agonised over this vocation for the progress that established the human being within a social structure. After this modernity came the individual to be the levitated caryatid, the support for something ignored in the day to day of the prosaic, with its threads more and more present in and part of art, that’s what strikes me most, he turned to cultural resistance. He stirred up other questions around power and Power. And gradually another state has arrived, where descent is now not revolutionary but comes in small doses; although it exists in disagreement with reality, further away than the aesthetic, towards the space which is that of life.
For this reason he disagrees, this is his time. This is the time to move things until we take the habitual train of thought to its death throes; little by little we can bore through the mountain. And it is his moment of dissent against an aesthetic imported into his land. I know that Tano, along with many others struggling with their creative integrity, is made uncomfortable by the increasingly cosmetic art world he moves in, he is exasperated by the way the market for cultural and symbolic value replaces cultural logic with those packets, so well designed by mainstream America since the 1950s –this huge financial mover from which Foucault wanted to exorcise himself. From this node, that chops up the spiritual nature of art to reduce it to a currency, drink many of today’s institutions. And from them the artists in favour for being politically correct at the right time.
And Tano escapes, because the art that calls him is that of Spain, impoverished in other fields with respect to Europe; but rich in observations on life and death, on shelter and on human neglect.
The Iberiazation of this area created a new holy land that cooked as well as carbonised, praised as well as incinerated the Christian that, although incredulous today, inhabits these places. And from there a Beato de Liébana –midway through the expulsion of the Muslims, an Espanoletto born after the rebirth, a restrained and moralistic Zurbarán, a humanist like Velázquez –with man as its centre until it arrived at the holy areola. Or a deafened Francisco who honoured his Luciente surname and went down from heaven to hell to scrutinize the man as well. With him went death, therefore a type of solitude, with less fear than we have today although paradoxically life is so little respected.
As with half of cubism and surrealism there was devotion and revival. The former because it challenged the real state of things in space, and the perception of life changed in art. The other because it reopened an almost closed door –as Marcel del Gran Vidrio said– in the inquisitorial darkness, that reminded us of that other world where we go fully alone: that of dreams and nightmares –and we return to Goya.
I have wanted, perhaps unsuccessfully, to dissect his photography . To go further than the technical of much criticism, which I prefer to leave because of its exacerbated formality, I’m interested in submerging myself in the lugubriousness and the solitude of his creations. Tano is a set maker with conceptual interests, although he makes them through a relatively minimalist representation. He celebrates that tenebrism that centuries ago spoke of the incompleteness, the imperfection of man: being fatuous that in his vanity he believes himself capable of anything and for that he has fallen so far. It evokes the core of death, which is also the core of life, like that perspective that announces to us all what it does towards the end and because of this fear it tries to place a halo over itself with the creation of something durable.
In this direction the work of Tano is scatological, it announces the end. And the breathlessness or the bitterness become poetic wafts. His sets are like allegedly captured events, mute performances that take us to the dilemma between Zeus and Prometeo, between God and his son, to the trauma of Asmodeo or of the descendent of Geppetto. Where hope always lies and with it expiation.
It would be a long series of ……….., or a long etcetera, to rehearse what has been rehearsed by better neighbours of the process of this culture of martyrology. More if I leave exactly what Cayetano absorbs of the honey and bile of his culture –here with only a part of the visual seen. And note that the human dilemma, of his malrauxiana condition, make us members of a club in which we learn the chant of the swan to grade us by flows and reflows from the first throb to the final interruption of a private mode –all cultures turn to it– and indicate a strange beauty existing in pain, in bewitching or the sorcery of the human sphere –and Tano knows of spheres in his photography . In the background solitude that buries you if you cannot cope with it or levitates you if you find your support in it.
Elche–Altea, February-March 2005.
frency fernández.
Master in History of Art.
University Professor, critic
and visual arts commissioner.
Cayetano also devotes a part of his work to video. More because of the perfect nature of this part of his production, in debt to his achievements in the field of photography, I still have not ventured to enter it.
Among the conquests of photography in the resolution of atmospheres, also one of the most common fields in contemporary art, we cannot forget a genealogy that began with Man Ray –and is nurtured in some of the environments of Allan Kaprow– and in Cindy Sherman, Barbara Krugger, Robert Mapplethorpe, Yasumasa Morimura, Andrés Serrano and much of the photographic conceptualism and the “realism” from the nineties until today.
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domingo, 10 de agosto de 2008
ausencia
Dentro del proyecto "dasein" de la serie ingravidos
Titulo: Ausencia - año 2003
Etiquetas:
arte,
arte experimental,
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video creacion
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